Por Valeria Pérez Silveira
En una descripción rápida pero contundente podemos definir la huella social como la suma de acciones que pueden realizar las empresas para demostrarle a los colaboradores (con hechos) que existen y son importantes.
Basándonos en la premisa de que no existen empresas exitosas en sociedades fracasadas, es imperioso convocar a las organizaciones a hacerse cargo de la corresonsabilidad de la reconstrucción social.
“No basta con centrarnos en el planeta que le dejamos a las personas, sino también, en las personas que le dejamos al planeta”.
Con la misma contundencia que el mundo empresarial está accionando en favor de la ecología y la sostenibilidad del planeta (¡en buena hora!) debemos preocuparnos por las personas y contemplar la ecología humana como eje central de la evolución y el desarrollo organizacional.
Solo el 16% de las empresas afirma que sus innovaciones están orientadas en este sentido.
La buena noticia es que la cifra va en alza y cada vez son más las organizaciones que apuestan por soluciones que, además de proporcionar un beneficio económico, aportan de forma social. De esta manera, la “innovación social” se posiciona como una herramienta que contribuye tanto al rendimiento del negocio como a la calidad de vida de los ciudadanos.
En palabras del Foro Económico Mundial, la innovación social es "la aplicación de enfoques innovadores, prácticos, sostenibles y basados en el mercado para beneficiar a la sociedad en general, y a las poblaciones de bajos ingresos o desatendidas en particular". La innovación social significa ir más allá. Es un pensamiento más estratégico, más ambicioso y colaborativo para proporcionar acceso y oportunidades a millones de personas.
El éxito de una empresa, hoy mas que nunca, está conectado con el bienestar de la sociedad.
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